jueves, 16 de junio de 2011

Resumiendo... Tailandia


Tailandia fue raro. Estuvimos siete días en Phi Phi, una isla de esas que uno puede imaginar cuando está en pleno Montevideo, con lluvia y precisando vacaciones.


Fue una semana de dormir todas las noches en la misma cama, de vivir con calma y sabiendo que hay tiempo. Vino bien y lo disfruté mucho, pero de Tailandia tuvo poco.

El pasaje por Bangkok estuvo dominado por el shock de entrar al grupo de viaje. Veníamos de estar siempre en un grupo chico, decidiendo cada día qué hacer, buscando hostel, contratando tuk tuk, caminando, a estar con otras 200 personas, en un hotel de lujo, con todo organizado. El primer día que estuve íntegramente con el grupo, fue horrible. Hicimos un recorrido por varios templos budistas de Bangkok: el buda de esmeralda, el buda reclinado, el buda de mármol, demasiados budas. Fue un recorrido enfermizo de medio día: suban al bondi, bajen del bondi, saquen su foto, suban al bondi. Entrar a un lugar con el grupo lo transforma al instante en un lugar turístico, sacándole gran parte del atractivo. Además, se pierden oportunidades de contacto con la gente, de equivocarse, de que te traten de cagar, de caminar al pedo, de embarrarse y de caer exhausto en una cucheta de un hostel. Claro que también se ganan algunas cosas: está bueno tener guías en español, se aprovecha mejor el tiempo y en cada ciudad se ven los puntos más “importantes”, además de que es divertido estar con un grupo grande. De todos modos, me chocó bastante entrar al grupo y a veces todavía me cuesta disfrutar de sus dinámicas.

Bangkok me llamó la atención por lo “occidental” y “moderno”: tiene grandes autopistas, un sistema de metro y la gente se viste y actúa de un modo bastante occidental.

Algo que distingue a Bangkok de cualquier ciudad de occidente, es la importancia que tiene la religión, en particular el budismo. Como muchos de los hombres entran a un monasterio al menos durante un período de su vida, es común ver monjes budistas en la calle, haciendo actividades “diarias” con la cabeza rapada y enfundados en túnicas naranjas. Son muy respetados por todo el mundo: en los trenes hay asientos especiales para ellos y en el aeropuerto de Bangkok hay salas de espera especiales para monjes. (En ese aeropuerto también había una sala para rezar para los musulmanes). Va fotito:

Por otra parte, en los comercios y en los ómnibus es común ver fotos de líderes espirituales, a quienes les piden protección.

En las casas también se nota la importancia de la religión. Por ejemplo, para los budistas los pies son la parte más sucia del cuerpo y es común que en los comercios y las casas de familia se saquen los zapatos antes de entrar. Por otra parte, es habitual que las casas o los comercios tengan un “altar” o una especie de “casita” en el jardín o en un rincón, donde “atienden” a sus familiares muertos, dándoles comida y bebida todos los días.Además, es muy común ver en el techo de las casas, la bandera de Tailandia junto con la bandera amarilla del budismo.

En esta foto se ve una casa con la bandera del budismo y la de Tailandia, y un altar en la puerta (la casita arriba del pilar).

Este es un altar en la puerta de una casa, con las ofrendas de comida:

Otro rasgo que me llamó la atención fue la importancia que tiene la monarquía, parecido a lo que habíamos visto en Camboya. En las avenidas, en los comercios, en las casas, en el aeropuerto, en todos lados, hay carteles con fotos del rey. Fotos del rey con diversos atuendos, con distintas edades, haciendo distintas cosas.

Según dijeron los guías, la gente lo quiere mucho porque modernizó el país y “se acordó de la gente”.

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