domingo, 17 de julio de 2011

Cuestión de expectativas


Atenas me gustó mucho, contrariamente a lo que esperaba. Me habían hablado de ella como una ciudad sucia, desordenada, desprolija. Encima, en los días anteriores a nuestra llegada hubo muchas manifestaciones cruentas en contra de la aprobación de la ley “austera” que le permitió a Grecia acceder a la ayuda de los demás países de la Unión Europea y evitar entrar en default (hablando de eso, en la tele griega vi una sección en que preguntaban a turistas su opinión y apareció un argentino hablando inglés con tremeeeendo acento argentino, contando que a ellos les había pasado algo así en el 2001, con un aire de “te lo digo porque ya la viví” muy salado!). Con los imágenes de la tele, sumadas a las escasas expectativas que tenía ya de antes, mi idea era casi salir corriendo en busca de un ferry hacia las islas.

Capaz que por eso, Atenas me pareció una ciudad muy linda: moderna, a escala humana y bien cuidada. La acrópolis me pareció impactante y el hecho de que esté en plena ciudad contribuye al encanto.





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