domingo, 29 de mayo de 2011

3 días en Camboya


Apenas entramos a Camboya, se empezaron a ver diferencias con Vietnam... Lo más evidente es que es un país mucho más pobre. El costado de la carretera está poblado, pero no llegan a ser ciudades. El paisaje es rural, con vacas flacas salpicadas aquí y allá y patos y gallinas entre las casas. En China y en Vietnam se nota que toda la tierra está aprovechada, con cultivos hasta el borde mismo de las ciudades y mismo en los jardines también.

En general las construcciones son de madera sobre pilotes, porque en la estación de lluvias (junio a octubre), el principal lago se desborda y queda casi todo el país bajo agua. Son casas sencillas, abiertas, se vive afuera y con la puerta abierta. Igual que en Vietnam, en general la gente se sienta en el piso, seguramente por el calor. Está lleno de hamacas paraguayas hechas de red, se sientan a charlar en torno a ellas como en Vietnam lo hacían en banquitos chiquitos de plástico. Hay mucha gente, en especial niños, por todas partes. Niños trabajando, niños jugando, niños en la escuela, niños pidiendo, niños llorando, niños corriendo. Muchos niños.

La infraestructura es mucho más básica: la carretera por la que fuimos está en buen estado pero los demás caminos son de tierra, que con las lluvias resulta barro. Para cruzar un río importante, hay una especie de barco de punta a punta, pero no hay puente. Especialmente en China pero también en Vietnam, se veían obras públicas bastante seguido, carreteras, puentes, escuelas. En Camboya se ven algunas obras paradas y nada más.

El camino está salpicado de puestos callejeros, tipo feria, donde venden fruta y carne, sin heladera y lleno de moscas. Se ve mucha basura en todos lados, basura urbana que inunda el campo y la ciudad.

"El" medio de transporte es la moto, pero muy salado...! No es raro ver 3 ó 4 adultos en una moto, o 3 adultos y 2 niños hechos sánguche. Si no, agregan un trailer a la moto y ahí van hasta 15 personas, o transportan cualquier tipo de carga con gente arriba, una locura total...!

Lo que me pareció más triste de Camboya es la cantidad de gente que pide en las calles: niños harapientos, viejos viejísimos, jóvenes mutilados por minas que quedaron de la puta guerra de Vietnam... Y más triste aún, la desigualdad flagrante, que junta las 4x4 con las motos y las moscas de los mercados.

Con todo eso, estar en Camboya es una experiencia fuerte, por momentos dura pero a la vez fascinante. Porque junto con esa pobreza que a veces pega como una cachetada y me hace sentir la más burguesa, la más occidental, la más turista, se encuentra una gente divina. Gente tranquila, amable, gente que te trata de igual a igual. Los colores por todas partes, los cantos que vienen de lejos, el olor del incienso en la calle, el pescado asado, el sonido de las bocinas, los niños corriendo... Todo eso resulta en un colllage agridulce del que apenas pude saborear un poco.
Algunas estampas del tráfico en Camboya:







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