sábado, 10 de septiembre de 2011

Praga 3


La época soviética seguramente haya tenido sus cosas buenas, y es difícil juzgarla porque es evidente que la historia la escriben los que ganan... Pero al escuchar los cuentos no pude menos que pensar que a los rusos les faltó -entre otras cosas-, tener un poquito de buen tino, empezando por no ponerse en contra al pueblo al que en teoría le querían hacer creer que formaban parte de lo mismo, de la URSS.

Al principio los checos vieron con buenos ojos formar parte de la URSS, porque se sentían eslavos, y porque las potencias occidentales no habían hecho nada cuando Hitler ocupó Checoslovaquia en el 38, para aprovechar la industria de acero del norte de Checa.
Después vinieron los recortes de libertades, la represión y el espionaje, que según nos dijeron -y no parece descabellado-, explican lo reservados que parecen los checos hasta hoy.

En 1968 fue la primavera de Praga: una serie de medidas de reforma llevadas adelante por el presidente de Checoslovaquia, Duvceck, con el objetivo de instaurar un socialismo "con rostro humano", permitiendo reuniones de más de 6 personas, dando visas para viajar al exterior y otros cambios básicos.
Los soviéticos le advirtieron que la cortara con esas medidas tan "peligrosas" para el régimen, pero él no hizo caso, y los tipos se vinieron con todo... Tanques, soldados, toda la parafernalia para entrar a Praga y sacar a Duvceck del culo para afuera. Tropas de Rusia y del Pacto de Varsovia, o sea de otros 5 países comunistas.

Los checos se enteraron de la invasión porque no sé por qué burrada lo dijeron en la radio a la noche, a la hora que escuchaba todo el mundo. Entonces, espontáneamente se organizaron para borrar todos los carteles de la ruta, dejando sólo los que marcaban la dirección de ida a Moscú. En varios pueblos cambiaron el cartel del nombre del pueblo y le pusieron "Duvceck", así que los rusos se armaban tremendo lío cuando se comunicaban por radio y se decían "estoy en Duvceck" "yo también", "cómo que estás en Duvceck si es un pueblo chiquito y no te veo?" y así, los volvieron locos... Por eso decidieron entrar en tren, que era mucho más difícil perderse... Pero los checos les desarmaron las vías, haciéndolos dar vueltas y vueltas sin llegar nunca a Praga. Al final, los rusos llevaron un montón de aviones para guiar por radio desde el aire a las tropas, que finalmente llegaron a Praga, como 5 días después de lo acordado. A Duvceck no lo mataron, si no que lo pusieron de barrendero en un parque de Praga.

El régimen soviético siguió hasta 1989, cuando cayó por su propio peso en la "revolución de terciopelo". Dos años después, en Praga se estableció un símbolo que no es muy "turístico", pero me pareció clarísimo y muy interesante.

Para los checos la música es muy importante: tienen mucha formación en ese sentido, Mozart vivió mucho tiempo en Praga y hoy en día hay muchos intérpretes jóvenes de música clásica, con club de fans y todo. Así que lo que hicieron fue colocar una especie de metrónomo (ese aparatito de metal que marca el ritmo cuando tocan el piano y otros instrumentos), en el lugar donde había estado hasta 1961 una estatua gigante de Stalin.



Es un símbolo de que, a partir de ese momento, los checos marcan el ritmo de su vida (y, al parecer, es un ritmo tranquilo!).

En 1993, República Checa se separó de Eslovaquia, en lo que se llamó el "divorcio de terciopelo".

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