jueves, 14 de abril de 2011

Primeras impresiones (nunca fueron buenas)

Chicago desde arriba me pareció marrón. Marrón e industrial. Con chimeneas y grandes avenidas serpenteantes al mejor estilo del circuito Monza del Parque Rodó de niños.
El aeropuerto pareció más amigable que el de Miami, sin rayos X ni necesidad de sacarse los zapatos. Llegamos y nos manejamos bien hasta la estación de tren que está mismo en el aeropuerto, donde hicimos la mejor compra de estos días: un pase libre por 3 días para trenes (es tren en algunos tramos y subte en otros) y ómnibus de la ciudad, que ya lo hemos usado de lo lindo, amortizando los 14 dólares.
El tren atravesó gran parte de la ciudad y la impresión fue rara, una mezcla del Chuy, el viaducto del Paso Molino y los accesos a Montevideo. Sé que es una bestialidad la comparación, pero la sensación fue de una ciudad un poco venida a menos, con casitas laberínticas al borde de las vías, y tiendas con carteles pintados a mano ofreciendo descuentos que probablemente ya no existan.
El centro de la ciudad, en cambio, resultó ser un lugar totalmente distinto, mucho más cercano a la idea de gran urbe estadounidense, parecida a Nueva York. Grandes tiendas, taxis amarillos, gente de todos lados del mundo, todos mezclados en un caos armónico.

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